20 Aniversario – Entrevista Ana Romero

Ana Romero, bailaora y cofundadora de Las Carboneras

«Siento muchísimo orgullo por mi casa»

«En Australia tuve varios profesores pero uno de ellos había pasado mucho tiempo en España en una compañía, se llamaba Mario Orbitani. Realmente él causó muchísima influencia en mí porque me enseñó cómo trabajaban las compañías aquí. Éramos cuatro compañeros: guitarristas, cantaores, etc, e hicimos el formato de trabajo de esa época en España: bailabas jotas, clásico-español, había una obra al principio interpretada con el baile. Y la parte fuerte era el flamenco. Mario me enseñó muchísimas cosas del mundo del flamenco, también sobre la disciplina y la amplitud de esa época, en que había que saber un poco de todo. Me metió el gusanillo del tablao porque yo empecé con él y otras profesoras en los tablaos de Melbourne a los 14 años. Ahí yo  encontré mi medio, el lugar con el que yo me identificaba y me sentía absolutamente libre. Me marcó tanto y creo que yo también le marqué a él que cuando me vine a España, me dijo: «Si te vas tú yo me vuelvo a Italia». Él cogió su maleta y ahora vive en Pisa con su pareja. Se había acabado una época y nos marchamos los dos, él para allí y yo para aquí. Realmente fue una persona que me marcó muchísimo.

»En el mundo del baile, a mí me gusta pensar que, por mi tipo de personalidad, a mí el tablao me encanta y me siento muy afortunada de poderme empapar de todo el mundo y de toda clase de baile que pasa por el tablao. Para mí eso es la mayor escuela. Y empatizar con esa gente a través del baile y tener, no ojos, lupas. Tú estás bebiendo de distintas fuentes cada día. Y no solo del baile, también del cante y la guitarra. Eso fue muy importante, así como el trabajo que hice con Manuela Vargas en “Fedra”. Manuela me marcó mucho también a nivel profesional, pero también a nivel personal: era una persona muy tierna conmigo. A lo mejor yo era muy pequeña en esa época y es importante cómo lo recibes, ¿no? Pero el trabajo era mágico y la dirección artística y la música de Enrique Morente, así que yo estaba flipada. Hacíamos una versión de Fedra muy moderna, todos vestidos de cuero, Carlos Hipólito salía con una moto en el escenario, fue algo muy diferente para la época.

»También fue importante trabajar en el tablao Alcazaba, donde conocí a Tacha y Manuela Vega, las otras bailaoras cofundadoras de nuestro tablao. Ahí fue donde Tacha y yo hicimos como el matrimonio que tenemos y nos descubrimos y surgió ese algo que tienes muy en común con una persona, no solo en el flamenco, también del mundo del tablao.

«Anécdotas en estos años a habido muchas. Un día en el tablao estaba cantando un cantaor y estaba un primo suyo viendo por ahí y, de repente, vemos que el primo sube al escenario mientras que estamos actuando y le susurra algo al oído al cantaor, el cantaor se baja del escenario y se pira. Luego nos enteramos de que el coche se lo llevaba la grúa y el otro, ni corto ni perezoso, se subió al escenario a decírselo. Y se marchó, en vez de darle las llaves. Luego también hubo una vez una  noche muy mágica en la que se fue toda la luz del barrio y para poder hacer la actuación pusimos velas alrededor del escenario. Claro, tuvimos que bailar de otra manera, evitar el vuelo de los vestidos para que no se quemaran. Fue como muy bonito y mágico, algo muy diferente. Al público creo que le llegó un montón. Luego, de un modo particular, siempre me acuerdo de un hombre que parecía como de campo y estaba en primera fila. Estaba viendo el espectáculo y me acuerdo de verle amoratado, llorando. No podía parar. Veía a una y a otra bailar, a cada uno de los que hicimos el cuadro y es que estaba tan tan emocionado que no dejaba de llorar. Él estaba vestido como de campo, era un hombre humilde. Eso me llegó muchísimo. Ha habido muchas anécdotas, cosas muy bonitas que recibes del público. De repente, alguien te deja una nota anónima o un niño te regala un dibujo de lo que ve en ti baiando. Ese tipo de cosas también me mola un montón y tengo muchos recuerdos de ese tipo y la verdad es que los guardo como oro en paño.

»¿Qué ha significado Las Carboneras? Pues ¡madre mía, Las Carboneras! Me emociono. Ha sido un sueño hecho realidad, algo inimaginable para mí, nunca hubiera podido imaginar que iba a tener un sitio tan especial, tan bonito, yo por lo menos lo siento así. Las Carboneras, para mí, es un lugar familiar. Eso me trae mucho orgullo porque todo el mundo lo siente así, como un lugar, para ellos, de su familia. Donde se recoge el arte, pero también el corazón. Por parte de todo el mundo, desde la parte artística, que la llevamos nosotros, hasta las relaciones establecidas con Kike, con los otros camareros que han estado y han ido pasando, con las cocineras… A lo mejor es también nuestra forma de trabajar, pero todas esas cosas me parecen igual de importantes. Y luego, a nivel profesional, hacía más de treinta años que no se abría un tablao en Madrid. La apertura de Las Carboneras fue algo muy marcado y de mucho respeto para nosotros. Desde el principio nos lo curramos un montón, a nivel personal. Todos los socios pintamos la sala, empezamos de cero. Nosotras teníamos que participar llevándonos los manteles y trayéndos al día siguiente lavados y planchados. Un trabajo de familia, lo que te digo. Siento Las Carboneras con mucho orgullo, es algo construido en veinte años. Muy trabajado y, a nivel profesional, creo que creamos una forma de baile y una forma de libertad, también. Es curioso pero yo creo que mucha gente, cuando viene a Las Carboneras, siente esa libertad y siente un apoyo incondicional. Y es algo también muy de nuestro sello. Que nosotros, te hablo de los fijos, Ángel Gabarre, Tacha y yo, sea quien sea, siempre vamos a apoyarle al 200 por cien. Y creo que eso es algo que la gente recibe. Seamos mejores o peores, pero lo hacemos desde el corazón. Eso nos nace. Y pienso que hemos creado un espacio exclusivo y único que tiene su sello, su marca. Donde no solo consume flamenco gente de aquí, tenemos gente de Francia, de México, de muchos lugares, que vienen siempre para ver Las Carboneras, para conocerlo y que son fijos. Yo, la verdad, siento muchísimo orgullo por mi casa. Muchísimo orgullo por todos los socios, por todo lo que hemos trabajado, por todos los trabajadores. Y, a por muchos años más. Ahora, en estos tiempos tan difíciles, pues habrá que luchar otra vez por un nuevo inicio. Estoy dispuesta, estoy dispuesta a eso y a todo».