Cristina Aguilera

Nace en Granada en 1992. Comienza a estudiar flamenco con la maestra Mariquilla con la que también actúa diariamente en su espectáculo flamenco de Jardines Neptuno. Seguidamente comienza su formación más amplia en el mundo de la danza con Maite Galán, obteniendo el título de la asociación de profesores APDE de danza española y flamenco en el año 2007. Completa su aprendizaje con maestros como Adrián Sánchez y Óscar Quero, con el que también trabaja en su compañía. Termina la carrera de danza española y flamenco en el Conservatorio Carmen Amaya de Madrid en 2010. En el año 2014 presentó su primer proyecto titulado “Encrucijada” dentro del ciclo Es.Flamenco, organizado por la Diputación de Granada, y gana el primer premio del Certamen de Jóvenes Flamencos del IAJ. En 2015 participa en el Festival de Jerez. En 2016 participa en la Bienal de Sevilla y obtiene el primer premio del V Concurso Villa-Rosa de Madrid. En 2017 participa en Flamenco Viene del Sur con el espectáculo “Granada” junto con Alba Heredia y presenta en solitario “Corazón abierto” en Los Veranos del Corral. Además de ello, baila a menudo en tablaos de la categoría de Corral de la Morería, Tablao Villa-Rosa y Las Carboneras en Madrid; Los Gallos y el Arenal de Sevilla y El Cordobés de Barcelona.

 

Entrevista Cristina Aguilera

«Bailar en un tablao significa espontaneidad, un juego entre los músicos, dependiendo de la energía de ellos al final el baile va a ir por un camino o por otro. Y eso es lo interesante y lo bonito de los tablaos: la improvisación, la rapidez, es una sensación preciosa, la verdad. Hay mucha diferencia entre bailar en un tablao y otros espacios porque el tablao es un espacio bastante reducido y el movimiento tiene que ser acorde a eso. Por ejemplo, yo que soy bastante alta tengo que recortar los movimientos, tengo que adecuarme a ese espacio que es mucho más pequeño. A parte de que cuando bailas en un teatro lo llevas todo medio montaíto, el baile más cerrado con los músicos, pero en el tablao incluso en el mismo día no sabes quién te va a tocar ni quién te va a cantar, así que cambia muchísimo. Como anécdota diría que en mi familia nunca ha habido nadie que se dedique al flamenco y en realidad a mí me viene el gusto por el flamenco porque era casi hiperactiva de pequeña, mi madre no me soportaba en casa y buscó una actividad que fuera algo movido para el cuerpo y pensó que si iba a baile llegaría a casa más cansaílla. Y así fue, por eso bailo, desde ese día ya me enganché y no me he desenganchado nunca».