Lucía Alvárez

Lucía Álvarez “La Piñona”

Jimena de la Frontera (Cádiz), 1985. Empieza a bailar a la edad de 10 años en varias academias de baile de El Campo de Gibraltar, hasta que con 17 años se traslada a Granada. Allí sigue su formación con Luis de Luis y Stella Arauzo.
Un año después decide afincarse en Sevilla, donde hoy reside, para estudiar en la Fundación de Arte Flamenco Cristina Heeren con maestros como Milagros Mengíbar, Rafael Campallo o Carmen Ledesma. Durante dos años es becada por dicha fundación, ejerciendo de monitora.
A su vez se sigue formando paralelamente con varios maestros como son Andrés Peña, Eva Yerbabuena, Rubén Olmo o Andrés Marín.
Actualmente se la puede ver en los tablaos flamencos Las Carboneras, El Arenal, Los Gallos, El Museo del Baile Cristina Hoyos y Auditorio Álvarez Quintero de Sevilla.
Ha logrado conseguir el primer premio El Desplante en el 51 Certamen de Baile Flamenco de La Unión, Cante de las Minas 2011.
También cuenta con el primer premio del concurso de jóvenes flamencos de la Federación de Entidades Flamencas de Sevilla 2009 y el primer premio del concurso de Ronda Aniya “La Gitana” 2007.
En junio de 2011 participó en el Primer Festival Flamenco de Tokio compartiendo cartel y teatro con artistas como Farruquito, “La Moneta”, Olga Pericet o Enrique “El Extremeño”.
Forma parte de la compañía de Felipe Mato, con quien estrena en 2009 “Calle Sierpes” en el Festival Flamenco de Mont de Marsan, Festival Flamenco de Dusseldorf 2010 y, posteriormente, en Saint Tropez, Francia.
Ha hecho colaboraciones de pies para los discos “Cuando Lebrijano canta, se moja el agua” de Juan Peña “El Lebrijano” y para “Rosa de los vientos”, de Juan Ramón Caro.
Ha realizado el circuito flamenco de la Diputación de Sevilla en los años 2009 y 2010, así como los circuitos de Peñas de Guardia de la Federación de Peñas de Sevilla en los años 2008 y 2009.
Ha hecho varias giras en el extranjero en sitios como Ecuador, San Petersburgo, Indonesia, Líbano, Londres, Holanda, Bélgica o Kenia. En esta última hace una colaboración con la Garden Opera de Londres dentro del espectáculo “Carmen”.
En 2012 presenta su primer espectáculo es solitario en la XVI edición del Festival de Jerez.

En un tablao como Las Carboneras hay mucha libertad

«Para mí, después de haber estado en distintas academias tradicionales, cuando llegué a la Fundación Cristina Heeren en Sevilla supuso un cambio bastante importante en mí porque, más allá de los profesores que tuviera, que eran maestros, que eran buenos, como Milagros Mengíbar, Carmen Ledesma o Rafael Campallo más allá de eso fue porque era la primera vez que estaba tantas horas dedicada al baile. Era todos los días, un montón de horas, y supuso un cambio físico y mental grande. Me acabo de dar cuenta de que no he tenido un maestro, he tenido muchos, he aprendido de mucha gente, pero no tengo una persona que diga: este es mi maestro. Puedo decir que he aprendido muchísimo de Andrés Peña, en su momento, porque estudié con el en un momento en que era una esponja y estaba muy verde. Además, él es un pedazo de bailaor y sabe enseñar muy bien a bailar. Fuera de pasos y de coreografías, sabe enseñar muy bien a bailar y yo siento que me enseñó mucho. También he aprendido mucho con Andrés Marín. He aprendido mucho de mucha gente, pero no siento que tenga un maestro.
»Luego, donde creo que he aprendido ha sido en mi primer tablao, en El Arenal. He aprendido muchísimo de verte en el escenario, de tener que sacar adelante los números sin estar todavía cuajada. Y ves a una compañera y a otra, desde la manera de estar en un camerino a la manera de salir a un escenario, de arreglarte, de comportarte. Eso lo he aprendido trabajando. Para mí, trabajar en los tablaos creo que es lo más importante. Podría destacar a gente con la que he trabajado y ha sido importante para mi carrera, pero pienso que lo que te hace es trabajar en diferentes sitios. No solo en los tablaos o en los teatros, no solo de solista o de cuerpo de baile. Para mí es un lujo poder trabajar en teatros y en compañía y a la vez poder estar en los tablaos. En espacios grandes, pequeños, con gente con la que tienes afinidad y con la que no, un día que tienes ganas de bailar y otro día que no. Para mí eso es aprender a bailar. Me encanta trabajar en los tablaos porque es un flamenco muy cercano y real, porque es el momento. Y en un tablao como Las Carboneras me encanta porque siento que hay mucha libertad, puedes ser quien tú eres, puedes proponer las cosas que quieres hacer y normalmente son bienvenidas y luego suelo coincidir con gente de mi gusto artística y personalmente. Por todo eso».